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NOTAS

Reunión CREA - Tranqueras Abiertas - Villa Maria 1968

Reunión CREA - Tranqueras Abiertas - Villa Maria 1968

2020-06-05

Todo lo que hacemos forma parte de una telaraña de acciones que incide de maneras muy diversas en múltiples personas, algunas de las cuales, quizás, nunca llegaremos a conocer. Pero cuando los hilos de esa vasta red logran –por alguna razón– volver a unirse, descubrimos que todos somos parte de un gran balance retributivo. La vivencia genuina de la experiencia humana reside en el hecho de vivir en una comunidad en la cual la mayor parte de sus integrantes dan todo de sí mismos para recibir, finalmente, más de lo que entregan. Esa vivencia es la más satisfactoria posible tanto en términos emocionales como económicos. Y cuanto más grande sea grupo que participe de ella, mayores serán los beneficios para todos.

En abril de 1968, con 20 años de edad, visité el establecimiento “La Sarah” de mi tío Erico Rhodius, localizado en el partido bonaerense de Lincoln. Por entonces era estudiante de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de la República en Montevideo –soy uruguayo– y estaba atravesando una crisis vocacional. Necesitaba tomar distancia. Y un campo en la región pampeana argentina parecía el lugar ideal para despejarme.

Mi visita coincidió con una jornada de Tranqueras Abiertas organizada por el CREA Guanaco - Las Toscas en el establecimiento “Villa María” de la familia Pereda, a la que asistimos junto con  mi tío por invitación de Enrique Gries, integrante del INTA Lincoln. 

Tempranito llegamos al pueblo de Las Toscas, con las sombras alargadas de sus eucaliptus al salir el sol. Tras bordear el pueblo, dimos finalmente con el campo en el cual se realizaría la jornada. Por entonces no podía saber que estaba asistiendo a un evento de la organización creadora una metodología de trabajo que luego se extendería por casi todas las regiones productivas argentinas, pero también a Uruguay, Paraguay y Bolivia.

Al llegar nos dieron la cartilla con el temario de la reunión y la gira programada por el campo. Eso, que puede parecer habitual en nuestros días, era toda una novedad por entonces: estábamos más que contentos con la posibilidad de conocer in situ cómo trabajaban empresarios agropecuarios de avanzada.

Fueron brillantes y muy impactantes las presentaciones de Jorge Pereda, apoyándose en los técnicos Marcelo Foulon, coordinador de los grupos CREA, y Fernando Lagos, un genetista recién llegado de EE.UU.

En la recorrida a campo pude ver por primera vez una pastura de festuca que, por entonces, constituía toda una novedad. En ese momento no comprendí, por cierto, todas las cuestiones técnicas expresadas en la jornada, pero, a pesar de ser un estudiante de Ciencias Económicas que sólo deseaba disfrutar de un estupendo día de campo, pude advertir el enorme potencial que tenía (y sigue teniendo a la fecha) el sector agropecuario argentino.

A fines de ese año finalicé mis estudios universitarios en Uruguay y comencé mi carrera laboral en el agro, en la Argentina, con el propósito de ser parte de la revolución productiva que venía en camino y que, afortunadamente, pude advertir en aquella jornada bonaerense gracias a la profesionalidad y a la generosidad de los integrantes de la comunidad CREA. A principios de 2020, más de medio siglo después, volví a visitar el establecimiento “Villa María”, ya no como un estudiante ansioso por descubrir su lugar en el mundo, sino como consultor en capital humano.

Fui, convocado por José María Pereda, hijo de Don Jorge, quien solicitó que realizara una búsqueda laboral para elegir al nuevo encargado general de “Villa María”, pues, luego de 30 años de aportes fructíferos, su histórico encargado se había jubilado. Como la posición tenía sus complejidades, dados los proyectos innovadores que José María tiene en curso y por implementar, convinimos en que lo mejor sería encontramos en el mes de marzo –justo antes del aislamiento obligatorio– con el propósito de definir el perfil del candidato que cubriría la posición. Así fue como, luego de 52 años, tuve la oportunidad de volver al establecimiento Villa María para recorrer el mismo galpón en el cual se hicieron las charlas que ayudaron a moldear mi vocación agropecuaria.

Al intercambiar ideas con José María, juntos definimos el perfil de la persona que la empresa necesitaba. El nuevo encargado ya está instalado con su familia en el campo y trabajando con mucho entusiasmo.

En un momento en el cual existen complicaciones sanitarias y sociales por el hecho de vivir en urbes densamente pobladas, puedo asegurar que existen múltiples oportunidades para que todas las personas con vocación por la actividad agropecuaria desarrollen una existencia no sólo de mayor conexión con la naturaleza, sino también con nuestra propia naturaleza humana. Todo lo que hagamos para crear oportunidades, en algún momento, más tarde o más temprano, terminará promoviendo el desarrollo delas muchas comunidades agropecuarias que necesitan más y más personas comprometidas con su responsabilidad, que no es otra que la sagrada tarea de producir alimentos para nutrir al orbe.