A mediados de los 90, cuando me desempeñaba como gerente de
producción de Estancias La Dorita, de Biolcati Hnos. (Carlos Casares), buscaba
alquilar un campo para llevar allí nuestro excedente de recrías. Cuando
finalmente logramos fichar uno, nos ganó de mano una empresa denominada “El
Tejar” gestionada por alguien llamado Oscar Alvarado. Era la primera vez que
escuchaba ambos nombres.
En 1998 me instalé en San Isidro para desarrollar un nuevo
emprendimiento como selector de personal jerárquico para agroempresas junto con
el Estudio Cazenave y Asociados.
En la primavera del año 2000 unos amigos me proponen
realizar un retiro espiritual para matrimonios. Con pocas ganas, es la verdad,
decidimos vivir esa experiencia con mi esposa Rosario. De ese retiro, también
participaron Oscar y su esposa Monique. Por entonces, El Tejar era ya una
empresa agropecuaria emergente reconocida en el sector.
En junio de 2002, Dow Agrosciences desarrolló su primera
edición del premio “Profesionalización de la Gestión en el Sector Agropecuario”
en la sede porteña de la Bolsa de Cereales. El Tejar quedó en primer lugar por
la “Gestión de su Personal” y aún recuerdo al presentador destacando que, en la
empresa, esa área se denominaba “Desarrollo de Personas”. Oscar subió al
estrado a recibir el premio junto con Nora Sassot, quien era la profesional a
cargo del área, luego de que él la convenciera de radicarse en Saladillo –la
base de operaciones de El Tejar– junto a su esposo e hijos pequeños. Todo un
cambio de paradigma para esa familia; aún viven felices en esa ciudad.
A mediados de 2004, cuando me desempeñaba como director de
selección de personal de Agrositio, Nora Sassot nos contacta para que
seleccionáramos un joven profesional de la carrera de Relaciones del Trabajo
con el propósito de incorporarlo al área de Desarrollo de Personas. La
condición era que estuviera dispuesto a radicarse en Saladillo.
Preseleccionamos un muy buen candidato, aunque en cierto momento el proceso se
demoró porque el elegido debía ser entrevistado por Oscar sí o sí. Confieso que
me llamó la atención que un candidato poco más que junior tuviera que atravesar
esa instancia de ser entrevistado por el máximo nivel de la empresa. Además,
los selectores solemos ponernos un poco inquietos cuando los procesos se
demoran, porque corremos el riesgo de “perder” al candidato y tener que
reiniciar la búsqueda nuevamente. Afortunadamente todo salió bien. Oscar fue el
presidente del Congreso CREA que se realizó en Mar del Plata en el año 2004, al
cual tuve la suerte de concurrir. Fue un evento realmente impactante, al que
Alvarado le dio su impronta humanística; por primera vez no se trataba de un
evento netamente técnico. Ese cambio de paradigma, que implicó entender que había
que saltar la tranquera para observar la dinámica de las empresas agropecuarias
desde la perspectiva de las demás personas que integran la comunidad en la que
vivimos, estuvo claramente adelantada a su tiempo, dado que en la actualidad
–15 años después– no cumplir con esa premisa puede, en algunos casos,
directamente obstaculizar la posibilidad de producir.
Oscar Alvarado presidió el Movimiento CREA desde 2007 hasta
2009. En 2008 se desató la crisis del campo a partir de la disputa creada por
las “retenciones móviles”, lo que dejó a Oscar en una situación muy delicada,
dado que era presidente de una institución técnica, no gremial, pero con muchos
miembros que exigían de la institución un involucramiento activo. Además, para
entonces El Tejar era una de las empresas agropecuarias más importantes de la
Argentina. Fiel a su estilo componedor, Oscar evitó que CREA perdiera su
tradicional perfil técnico, aunque fue una pieza fundamental para la
conformación de lo que después se conoció como la “Comisión de Enlace
Agropecuaria”.
Nos conocimos finalmente en el Congreso CREA de la región
Semiárida, que se desarrolló en el hotel Crown Plaza de San Miguel, en las
afueras de Córdoba Capital, donde fui invitado a exponer sobre los nuevos
perfiles técnicos demandados por el sector agro. Allí estaba él como presidente
de CREA. Y yo no salía de mi asombro al observar como lograba estar en todo sin
perder la lucidez ni un instante.
Oscar era un visionario: propició la unión de pequeñas
empresas de cría de la Cuenca del Salado para armar una gran compañía que llegó
a expandirse hacia países limítrofes. Detectaba oportunidades de desarrollo
empresario, de negocios rentables, buscaba a las personas indicadas y se las
arreglaba para darles “pista”. Tal como me dijo Diego Curat, “Oscar soñaba y
realizaba los sueños”. Así fue como incorporó a un recién recibido Christián
Angió, con 24 años de edad, para que comenzara a implementar la siembra directa
en 500 hectáreas, que para el año 2000 ya eran 6000.
En pocos años,
Christián llegó a ser gerente de producción de El Tejar, inclusive en su
desarrollo en países vecinos, siendo todavía muy joven. Con Christián, Diego y
Luis Kasdorf detectaron y convencieron a Ismael Turbán para que liderara el
desembarco en Uruguay. No fue fácil convencer a Ismael para que dejara sus
asesoramientos privados y se incorporara de lleno a dirigir la operación. Fue
tal el crecimiento en el vecino país que, al poco tiempo, fue necesario abrir
una oficina de administración en Young. Dentro del equipo había dos jóvenes
profesionales a cargo del área de Desarrollo de Personas, con autonomía, pero
en contacto directo con Nora Sassot en Saladillo. Clara expresión de coherencia
empresaria.
Es reconocido en todo Uruguay el fuerte impacto que produjo
la llegada de El Tejar. A tal punto que en pocos años llegaron otros grupos de
siembra argentinos que, con mucho profesionalismo e incorporando tecnología de
punta, revolucionaron el agro y la economía del país, respetando siempre las
costumbres e idiosincrasia uruguaya, que en esa época (2003) era más bien
conservadora y con un perfil netamente ganadero.
Oscar fue un líder natural que generaba confianza porque
promovía el desarrollo de personas, regiones e incluso países enteros al hacer
que la gente viese que contaban con mucho más poder del que creían tener si se
animaban a tomar las riendas de sus propias vidas.
Fue un ejemplo de confiabilidad, por su coherencia entre lo
que decía y hacía. De perfil más bien bajo, ejercía influencia sobre los demás
por su humildad, su sencillez, sus valores bien definidos. Su capacidad única
para ser un gran creativo le permitía detectar oportunidades y negocios que
otros no veían; una mezcla poderosa de visionario inspirador y a la vez un
hacedor.
Como todo líder, desarrolló una gran capacidad de
comunicación desde que fundó El Tejar en 1987, con apenas 27 años, convocando a
empresarios ganaderos de la zona de Saladillo a trabajar juntos. Siempre tuvo
la imperiosa necesidad de trabajar con otros y de comunicar todo lo que hacían.
Incluso en la cumbre de su carrera, siempre se hacía tiempo para atender
consultas periodísticas, tanto de grandes como de pequeños medios de
comunicación.
Oscar nos dejó a la temprana edad de 50 años. Recientemente
se cumplió el décimo aniversario de su fallecimiento, pero su legado sigue vivo
en todas las personas y las instituciones que tuvieron la suerte de ser
iluminados por su fuerza vital.