El liderazgo ha sufrido una gran conmoción con el advenimiento de la virtualidad. El liderazgo moderno se basa en la cercanía, en conocer más a cada colaborador y proveedores de una empresa. La virtualidad nos alejó, y además resulta tan cómoda y ahorra tanto tiempo, que a los líderes de equipos les cuesta mucho volver al contacto personal y convocar reuniones de trabajo presenciales.

Este exceso de virtualidad no es positivo, no logra un liderazgo efectivo, que inspire a los colaboradores y además, dificulta conocer sus preocupaciones y sus problemas personales.

Ha empeorado la comunicación efectiva. Nos hemos enamorado del whatsapp y de los audios, como esquivando una conversación. Es un paso atrás. La conversación permite el diálogo, conocer el punto de vista del colaborador, permite enriquecer al líder. Además, más que nunca, los colaboradores tienen necesidad de comunicarse y dialogar, escuchar al jefe.

La autonomía ha sido un gran descubrimiento. Gran logro de la pandemia. Los empresarios han descubierto, con sorpresa, que muchos de sus colaboradores podían rendir más en sus responsabilidades y hacerlo con placer y orgullo. Éstos, debieron pensar más, ser más estudiosos, tomar mejores decisiones y accionar en consecuencia.

La distancia alejó el reconocimiento económico y la palmada en la espalda. Si los frutos de la autonomía han sido reales, logrando mayor producción, sí o sí, debe haber un reconocimiento monetario, en pesos. En 2021, el clima y la tecnología se alinearon y, en general, los resultados productivos y económicos, están siendo palpables. No hay que perder la oportunidad.

Es el momento del agradecimiento y de la generosidad de los empresarios, pensando en nuevas formas de compartir o “derramar” estas mejoras con sus colaboradores, dado que la cadena agro alimentaria es una excepción, en un contexto país muy complicado.

Clarín

18 Diciembre 2021

Especial para Clarín Rural

Federico Lyford- Pike